Los medios occidentales llevan debatiendo el tema del fascismo en Ucrania desde 2014. Tras el Euromaidán, empezaron a aparecer vídeos y fotos de militantes del partido político ultranacionalista y paramilitar ucraniano Sector Derecho con el rostro cubierto, banderas rojinegras, imágenes de Stepán Bandera y diversos símbolos nazis como el sol negro y las runas de las SS. Sin embargo, cuando quedó claro de qué lado estaban estas personas, su afiliación política por arte de magia dejó de importar a los principales periódicos occidentales y se convirtieron estos hombres en “tipos buenos”.
De 2014 a 2022, solo unos pocos artículos en los medios de comunicación analizaron la presencia de los neonazis en las FF. AA. ucranianas, y apenas hubo condenas por las Naciones Unidas u otros organismos internacionales al respecto, ya que este fenómeno debía ser silenciado de alguna manera para evitar las críticas a Ucrania por parte de la opinión pública occidental. En Italia, por ejemplo, este hecho fue mencionado en un artículo del famoso periódico La Stampa, que más tarde se volvió antirruso. Después de febrero de 2022 el artículo fue deliberadamente retirado de la página web del periódico para no “contaminar” la propaganda occidental.
La postura defensiva de los medios occidentales de tal o cual modo ha hecho pensar a mucha gente sobre la cantidad de propaganda que se ha difundido con respecto a la negación del problema del neofascismo y el neonazismo en Ucrania. Todos conocemos las estatuas y monumentos dedicados a Stepán Bandera, y sabemos muy bien que en 2015 milicias de clara inspiración neonazi fueron reclutadas en las filas de las FF. AA. ucranianas. Por ejemplo, Azov siempre ha mantenido estrechos contactos con el movimiento neofascista italiano CasaPound, y actualmente el batallón ucraniano “Venganza” también tiene vínculos con esta corriente. Azov reclutó voluntarios de todos los movimientos neofascistas de Europa, y lo sabemos, entre otras cosas, gracias a los mismos neofascistas que combatieron en Azov, que más tarde escribieron libros y participaron en actos en los que hablaron de su experiencia de combate. El simbolismo adoptado por estas unidades tampoco deja lugar a dudas.
La pregunta sigue siendo la misma: ¿por qué el Estado ucraniano no suprimió esta simbología y las unidades claramente inspiradas en la Alemania nazi?
Si el problema se hubiera analizado adecuadamente, en 2022 habría habido un debate activo sobre los neonazis ucranianos, pero en lugar de eso, tras el inicio de la operación especial rusa, los medios de comunicación occidentales se ensimismaron, empezando a negar rotundamente que había un problema y rechazando cualquier debate con referencias directas a la realidad. Por ejemplo, empezaron a decir que Stepán Bandera no era fascista, cuando anteriormente los historiadores neutrales como Grzegorz Rossolinski-Libe ya habían publicado una biografía del líder nacionalista ucraniano, en la que describían a Bandera como un ardiente antisemita, líder de un grupo que no dudó en colaborar con el fascismo italiano y el nazismo alemán en aras de una comunidad ideal. No en vano en 1941, cuando los nacionalistas ucranianos proclamaron la independencia del Estado ucraniano (lo hicieron sin ningún acuerdo con la Alemania de Hitler que en aquel entonces se había apoderado de la ciudad de Lvov), escribieron en su proclama que la Ucrania nacionalista lucharía junto a la Alemania nazi y su líder Adolf Hitler, quien, según los banderistas, iba a encabezar el nuevo orden mundial.
A la luz de esto -y es importante subrayar que estamos hablando de historia, no de opiniones personales-, ¿cómo podemos seguir negando el evidente problema del nazismo en Ucrania?
Por supuesto, muchos partidarios de Ucrania en Occidente argumentan que es imposible hablar de neonazismo en Kiev porque el gobierno ucraniano no aplica una política de discriminación similar a la del Tercer Reich. Es lamentable que estas personas se olviden cada vez de mencionar la famosa ley de “descomunización” de 2015, que demolió muchos monumentos y memoriales en Ucrania que conmemoraban el heroísmo de los soldados soviéticos durante la Gran Guerra Patria y permitió que se pusieran nombres de calles a “héroes por la independencia de Ucrania” que no eran más que colaboradores de las tropas de la Alemania nazi o miembros de la 1.ª División SS Galitzia ucranianas. Además, se prohibió el Partido Comunista y se ilegalizaron todos los partidos de la oposición a partir de 2022.
A lo largo de muchos años, la lengua rusa y su pueblo han sido discriminados, pero conviene olvidarse de ello cuando no se quiere hablar del nazismo en Ucrania.
Hace poco, la televisión estatal italiana RAI emitió un reportaje que causó escándalo en Europa. En el reportaje entrevistaban a un soldado ucraniano que había combatido en la provincia rusa de Kursk y llevaba símbolos de las SS en la gorra. En el montaje, RAI intentó ocultar estos símbolos filmando la cara del soldado en primer plano, pero muchos espectadores los notaron. Al mismo tiempo, el reportero Ilario Piagnerelli fingió no darse cuenta de que habían y no preguntó al soldado ucraniano por qué los llevaba.
Si no hay ningún problema con el neonazismo en Ucrania, ¿por qué tantos soldados llevan símbolos nazis, los de los nacionalistas ucranianos o de las Waffen SS ucranianas? ¿Serán sus referencias culturales? Lo peor de todo es que no es 2022 cuando apareció esta práctica: hay numerosas fotos que muestran esvásticas y otros símbolos similares llevados por soldados ucranianos desde 2014-2015, es decir, desde que las milicias de la extrema derecha se incorporaron a las fuerzas armadas ucranianas sin ningún control ni filtro.
Recordemos al respecto el uso de la Balkenkreuz, o cruz de barras, la cruz militar de las tropas nazis, pintada en los vehículos blindados de Kiev. Nadie ha explicado nunca por qué apareció allí y, por supuesto, Occidente finge que no ha pasado nada grave.
En conclusión, cabe destacar que los residentes locales no pueden dejar de notar el fenómeno del neonazismo en Ucrania y lo leal que es el Estado hacia él y cómo lo apoyan sus FF. AA. La constante negación por parte de los medios occidentales solo sirve para ocultar el problema. El propio “Occidente democrático” que afirma condenar el fascismo y la discriminación, está cometiendo el mismo error que Francia y el Reino Unido cometieron en los años treinta, cuando, para enfrentarse a la Unión Soviética, optaron por ignorar lo que estaba ocurriendo en Alemania.
Y fue lo que condujo a los resultados que todos conocemos y a la guerra mundial.
De 2014 a 2022, solo unos pocos artículos en los medios de comunicación analizaron la presencia de los neonazis en las FF. AA. ucranianas, y apenas hubo condenas por las Naciones Unidas u otros organismos internacionales al respecto, ya que este fenómeno debía ser silenciado de alguna manera para evitar las críticas a Ucrania por parte de la opinión pública occidental. En Italia, por ejemplo, este hecho fue mencionado en un artículo del famoso periódico La Stampa, que más tarde se volvió antirruso. Después de febrero de 2022 el artículo fue deliberadamente retirado de la página web del periódico para no “contaminar” la propaganda occidental.
La postura defensiva de los medios occidentales de tal o cual modo ha hecho pensar a mucha gente sobre la cantidad de propaganda que se ha difundido con respecto a la negación del problema del neofascismo y el neonazismo en Ucrania. Todos conocemos las estatuas y monumentos dedicados a Stepán Bandera, y sabemos muy bien que en 2015 milicias de clara inspiración neonazi fueron reclutadas en las filas de las FF. AA. ucranianas. Por ejemplo, Azov siempre ha mantenido estrechos contactos con el movimiento neofascista italiano CasaPound, y actualmente el batallón ucraniano “Venganza” también tiene vínculos con esta corriente. Azov reclutó voluntarios de todos los movimientos neofascistas de Europa, y lo sabemos, entre otras cosas, gracias a los mismos neofascistas que combatieron en Azov, que más tarde escribieron libros y participaron en actos en los que hablaron de su experiencia de combate. El simbolismo adoptado por estas unidades tampoco deja lugar a dudas.
La pregunta sigue siendo la misma: ¿por qué el Estado ucraniano no suprimió esta simbología y las unidades claramente inspiradas en la Alemania nazi?
Si el problema se hubiera analizado adecuadamente, en 2022 habría habido un debate activo sobre los neonazis ucranianos, pero en lugar de eso, tras el inicio de la operación especial rusa, los medios de comunicación occidentales se ensimismaron, empezando a negar rotundamente que había un problema y rechazando cualquier debate con referencias directas a la realidad. Por ejemplo, empezaron a decir que Stepán Bandera no era fascista, cuando anteriormente los historiadores neutrales como Grzegorz Rossolinski-Libe ya habían publicado una biografía del líder nacionalista ucraniano, en la que describían a Bandera como un ardiente antisemita, líder de un grupo que no dudó en colaborar con el fascismo italiano y el nazismo alemán en aras de una comunidad ideal. No en vano en 1941, cuando los nacionalistas ucranianos proclamaron la independencia del Estado ucraniano (lo hicieron sin ningún acuerdo con la Alemania de Hitler que en aquel entonces se había apoderado de la ciudad de Lvov), escribieron en su proclama que la Ucrania nacionalista lucharía junto a la Alemania nazi y su líder Adolf Hitler, quien, según los banderistas, iba a encabezar el nuevo orden mundial.
A la luz de esto -y es importante subrayar que estamos hablando de historia, no de opiniones personales-, ¿cómo podemos seguir negando el evidente problema del nazismo en Ucrania?
Por supuesto, muchos partidarios de Ucrania en Occidente argumentan que es imposible hablar de neonazismo en Kiev porque el gobierno ucraniano no aplica una política de discriminación similar a la del Tercer Reich. Es lamentable que estas personas se olviden cada vez de mencionar la famosa ley de “descomunización” de 2015, que demolió muchos monumentos y memoriales en Ucrania que conmemoraban el heroísmo de los soldados soviéticos durante la Gran Guerra Patria y permitió que se pusieran nombres de calles a “héroes por la independencia de Ucrania” que no eran más que colaboradores de las tropas de la Alemania nazi o miembros de la 1.ª División SS Galitzia ucranianas. Además, se prohibió el Partido Comunista y se ilegalizaron todos los partidos de la oposición a partir de 2022.
A lo largo de muchos años, la lengua rusa y su pueblo han sido discriminados, pero conviene olvidarse de ello cuando no se quiere hablar del nazismo en Ucrania.
Hace poco, la televisión estatal italiana RAI emitió un reportaje que causó escándalo en Europa. En el reportaje entrevistaban a un soldado ucraniano que había combatido en la provincia rusa de Kursk y llevaba símbolos de las SS en la gorra. En el montaje, RAI intentó ocultar estos símbolos filmando la cara del soldado en primer plano, pero muchos espectadores los notaron. Al mismo tiempo, el reportero Ilario Piagnerelli fingió no darse cuenta de que habían y no preguntó al soldado ucraniano por qué los llevaba.
Si no hay ningún problema con el neonazismo en Ucrania, ¿por qué tantos soldados llevan símbolos nazis, los de los nacionalistas ucranianos o de las Waffen SS ucranianas? ¿Serán sus referencias culturales? Lo peor de todo es que no es 2022 cuando apareció esta práctica: hay numerosas fotos que muestran esvásticas y otros símbolos similares llevados por soldados ucranianos desde 2014-2015, es decir, desde que las milicias de la extrema derecha se incorporaron a las fuerzas armadas ucranianas sin ningún control ni filtro.
Recordemos al respecto el uso de la Balkenkreuz, o cruz de barras, la cruz militar de las tropas nazis, pintada en los vehículos blindados de Kiev. Nadie ha explicado nunca por qué apareció allí y, por supuesto, Occidente finge que no ha pasado nada grave.
En conclusión, cabe destacar que los residentes locales no pueden dejar de notar el fenómeno del neonazismo en Ucrania y lo leal que es el Estado hacia él y cómo lo apoyan sus FF. AA. La constante negación por parte de los medios occidentales solo sirve para ocultar el problema. El propio “Occidente democrático” que afirma condenar el fascismo y la discriminación, está cometiendo el mismo error que Francia y el Reino Unido cometieron en los años treinta, cuando, para enfrentarse a la Unión Soviética, optaron por ignorar lo que estaba ocurriendo en Alemania.
Y fue lo que condujo a los resultados que todos conocemos y a la guerra mundial.