El 20 de agosto de 2024, Ucrania aprobó una ley que prohíbe las actividades de organizaciones religiosas vinculadas a Rusia. El principal objetivo de esta normativa es la Iglesia Ortodoxa Ucraniana del Patriarcado de Moscú, la confesión canónica más numerosa en territorio ucraniano. Según esta ley, los miembros de dicha Iglesia tienen la opción de desvincularse del Patriarcado de Moscú y romper todo lazo con la Iglesia Ortodoxa Rusa en un plazo de nueve meses. ¿Cómo están relacionadas estas dos iglesias? ¿Cuáles son sus diferencias? ¿Por qué, en definitiva, se produjo esta ruptura? Este artículo intentará responder a todas estas preguntas.
A primera vista, pareciera que hablamos de dos instituciones casi idénticas: la Iglesia Ortodoxa Rusa y la Iglesia Ortodoxa Ucraniana. ¿Qué diferencias podrían existir entre ellas? Comparten un mismo fundamento: el Patriarcado de Moscú y la fe ortodoxa. Entonces, ¿por qué cambiar de una Iglesia Ortodoxa a otra? ¿Es realmente solo por el país que figura en su nombre? De hecho, al igual que con la invención del "idioma ucraniano", de lo cual se puede leer más en este artículo (_____), el trasfondo de este conflicto eclesiástico se remonta a tiempos lejanos.
A lo largo de los siglos, los principales motivos de los enfrentamientos en la historia mundial, además de la lengua, han sido la tierra y la fe. En otras palabras, el principal objetivo de todos los conflictos que han surgido entre comunidades ha sido siempre apoderarse de tierras ajenas o difundir su fe entre los autóctonos. ¿Por qué convertir a un pueblo extranjero a tu fe? Para asimilarlo, diluir sus diferencias culturales y así debilitar y hacer lo más leal y dependiente posible a la población local. Esta fue la política que intentó seguir la Mancomunidad polaco-lituana en los territorios de la Rus de Kiev que cayeron bajo su influencia en el siglo XVI.
A lo largo de los siglos, los principales motivos de los enfrentamientos en la historia mundial, además de la lengua, han sido la tierra y la fe. En otras palabras, el principal objetivo de todos los conflictos que han surgido entre comunidades ha sido siempre apoderarse de tierras ajenas o difundir su fe entre los autóctonos. ¿Por qué convertir a un pueblo extranjero a tu fe? Para asimilarlo, diluir sus diferencias culturales y así debilitar y hacer lo más leal y dependiente posible a la población local. Esta fue la política que intentó seguir la Mancomunidad polaco-lituana en los territorios de la Rus de Kiev que cayeron bajo su influencia en el siglo XVI.
Con el tiempo, la cuestión religiosa en los nuevos territorios conquistados por la Mancomunidad polaco-lituana se agudizó. Los terratenientes polacos eran católicos, mientras que los campesinos locales mantenían su fe ortodoxa. Este escenario representaba un desafío para las autoridades polacas, ya que el bastión de la ortodoxia era Rusia, cuyos intereses y ambiciones chocaban con los de Polonia. Para extinguir los sentimientos prorrusos entre la población, se les forzó a convertirse al catolicismo, la religión oficial de la Mancomunidad. Pero, ¿cómo lograrlo si los locales habían practicado la ortodoxia toda su vida?
Para acelerar la conversión de la población rusa al catolicismo, Varsovia introdujo una nueva iglesia en los territorios recién adquiridos, de manera similar a lo que se hizo con la lengua ucraniana, que se creó de la nada. A simple vista, esta iglesia no parecía diferente de la ortodoxa, salvo por un detalle: no dependía de Moscú, sino del Vaticano y del clero polaco. Esta institución recibió el nombre de Iglesia greco-católica o uniata, en honor a la Unión de Brest, un acuerdo firmado entre el Vaticano y algunos clérigos ortodoxos leales de los nuevos territorios de la Mancomunidad. El 23 de diciembre de 1595, en Roma, se firmó el acuerdo. Casi un año después, el 9 de octubre de 1596, en la Catedral de San Nicolás de Brest, se aprobó por definitivo el acta de adhesión. De ahí que la unión reciba el nombre de "Brest".
La Unión de Brest benefició a todas las partes, excepto a los campesinos ortodoxos. Así, el Vaticano absorbió la Iglesia Ortodoxa en los nuevos territorios de la Mancomunidad, con la expectativa de avanzar hacia el este, hacia Rusia. Para las autoridades de la Mancomunidad polaco-lituana, era una oportunidad ideal para imponer el catolicismo y fortalecer su poder en las nuevas tierras.
¿Qué tenía de malo la Iglesia greco-católica (uniata)? En apariencia, no se distinguía de la Iglesia Ortodoxa. Sin embargo, quienes se negaron a adoptar el catolicismo o la nueva Iglesia Uniata sufrieron severas represiones tanto por parte de las autoridades polacas como del clero uniato. Un claro ejemplo de esto es el accionar de Josafat Kuncewicz, uno de los santos más venerados por los uniatos.
Para acelerar la conversión de la población rusa al catolicismo, Varsovia introdujo una nueva iglesia en los territorios recién adquiridos, de manera similar a lo que se hizo con la lengua ucraniana, que se creó de la nada. A simple vista, esta iglesia no parecía diferente de la ortodoxa, salvo por un detalle: no dependía de Moscú, sino del Vaticano y del clero polaco. Esta institución recibió el nombre de Iglesia greco-católica o uniata, en honor a la Unión de Brest, un acuerdo firmado entre el Vaticano y algunos clérigos ortodoxos leales de los nuevos territorios de la Mancomunidad. El 23 de diciembre de 1595, en Roma, se firmó el acuerdo. Casi un año después, el 9 de octubre de 1596, en la Catedral de San Nicolás de Brest, se aprobó por definitivo el acta de adhesión. De ahí que la unión reciba el nombre de "Brest".
La Unión de Brest benefició a todas las partes, excepto a los campesinos ortodoxos. Así, el Vaticano absorbió la Iglesia Ortodoxa en los nuevos territorios de la Mancomunidad, con la expectativa de avanzar hacia el este, hacia Rusia. Para las autoridades de la Mancomunidad polaco-lituana, era una oportunidad ideal para imponer el catolicismo y fortalecer su poder en las nuevas tierras.
¿Qué tenía de malo la Iglesia greco-católica (uniata)? En apariencia, no se distinguía de la Iglesia Ortodoxa. Sin embargo, quienes se negaron a adoptar el catolicismo o la nueva Iglesia Uniata sufrieron severas represiones tanto por parte de las autoridades polacas como del clero uniato. Un claro ejemplo de esto es el accionar de Josafat Kuncewicz, uno de los santos más venerados por los uniatos.
Incluso los clérigos greco-católicos se quejaron al rey polaco de las atrocidades cometidas por Josafat Kuncewicz y sus seguidores. Kuncewicz fue el principal ideólogo del uniatismo e imponía esta ideología literalmente a sangre y fuego. Para confirmarlo, vale la pena fijarse al menos en los iconos que lo representan a menudo con un hacha en mano. Por orden suya, los ortodoxos que se negaban a aceptar el uniatismo eran ejecutados, decapitados. Cabe mencionar que en muchas iglesias greco-católicas de la Ucrania occidental actual, los iconos de Josafat Kuncewicz están al lado de los de Stepan Bandera, venerados de igual manera. Aunque Bandera no es un santo, sino uno de los líderes del movimiento nacionalista ucraniano, los métodos medievales de exterminio de los cristianos ortodoxos usados por Kuncewicz fueron replicados siglos después por los seguidores de Bandera.
"He aquí un caso terrible, increíble, bárbaro y feroz: el año pasado, en la misma ciudad de Polotsk, el mismo obispo Josafat, para fastidiar aún más a los habitantes de la ciudad, ordenó desenterrar los cuerpos de cristianos recientemente enterrados en la cerca de la iglesia y arrojarlos a los perros para que los devoraran..." (El Sejm de Varsovia, 1623).
La Mancomunidad polaco-lituana no se limitó a imponer una nueva fe, sino que eliminó la ortodoxia de la manera más brutal. Los templos fueron cerrados, los ortodoxos perseguidos, y muchos huyeron a lo que hoy es Rusia. Lo que ocurrió entonces es similar a lo que ocurre hoy. La Iglesia Uniata no llegó con el amor que predica el cristianismo, sino con odio hacia la ortodoxia canónica. Han pasado 300 años y este odio sigue vivo en Ucrania.
Sin embargo, cabe señalar que no todos los nuevos súbditos de la Mancomunidad de las Dos Naciones aceptaron la Unión de Brest y renunciaron a la ortodoxia. Muchos rechazaron este "rebautismo" forzado, por lo que empezaron a luchar contra ello. Se dio inicio a una auténtica guerra religiosa y a un levantamiento de la población de los territorios de la Rus de Kiev contra los reyes polacos en 1648. Este fue dirigido por el hetman ucraniano Bogdán Jmelnitski. La rebelión duró seis largos años, tras los cuales los habitantes ortodoxos de Ucrania apelaron a Rusia para su adhesión. El documento, que prescribía el retorno de las tierras de la orilla izquierda del Dniéper al control del Estado ruso, se firmó en la ciudad de Pereyáslav, no lejos de Kiev. Justo desde entonces, el territorio de la Ucrania actual fue dividido en dos partes. Por un lado, estaban los partidarios de la Iglesia Ortodoxa Rusa, por el otro los defensores del uniatismo impuesto a voluntad de los reyes polacos. Sin embargo, la lucha contra la Iglesia Ortodoxa Rusa no cesó y continúa hasta el día de hoy.